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Me gusta mucho la montaña y dar largos paseos, especialmente en otoño, cuando caminas por un mar de colores marrones y parece que vivas en uno de esos fondos de pantalla que tiene mucha gente en su ordenador.
Por eso, el otro día fui a pasar un fin de semana en Andorra, a disfrutar de la montaña… y (confieso) hacer un poco de “shopping”.

Tengo la mala (o quizás buena) costumbre de hacer la mochila a última hora, y esta vez especialmente apuré más de la cuenta, además de hacerla con prisas. ¿Qué pasó? Pues que cogí la mochila y empecé a poner cosas sin sacar nada, concretamente lo que tenía de mi último viaje. Y claro, me planté en Andorra cargando el bañador, la toalla y las chanclas de la playa. Por una mala planificación, por las prisas, por no parar un momento, por no mirar tuve que cargar peso innecesario.

Sorprendentemente, a lo largo de las las diferentes trayectorias que hacemos, nos pasan cosas metafóricamente semejantes. ¿Cuántas veces en nuestra vida hemos cargado pesos innecesarios para llegar a nuestro objetivo? Actividades que no nos aportan nada, personas tóxicas, hábitos innecesarios, responsabilidades artificiales, entre otras.

Si parece tan claro a la hora de hacer un viaje, ¿por qué no aplicamos la misma metodología en la vida? No es un viaje también? Descargar la mochila es toda una obviedad, pero no lo hacemos. Tenemos que aprender a decidir dónde queremos ir, parar, respirar, mirar qué tengo, mirar qué me sobra, vaciar y llenar la mochila para el viaje.

En las sesiones de coaching que realizo me he encontrado diferentes situaciones, que me han planteado los clientes, para vaciar la mochila. Una chica dejó a su pareja, un chico dejó de ir 4 horas diarias al gimnasio, otra chica dejó de ir a comer a casa para aprovechar mejor el tiempo, muchos casos de dejar de fumar e, incluso, dejar el trabajo actual.

Y retomando mi historia en Andorra, hay un aspecto que sería bastante absurdo a nivel real. Os imagináis que, como llevo el bañador, la toalla y las chanclas de playa en la mochila, sintiera la obligación de darles uso e ir a la playa en Andorra? Ridículo, ¿verdad?

”Cambiemos el ‘tengo que por el ‘quiero’: 

nosotros decidimos, no nuestra mochila”

Aunque también puede ser una oportunidad, como seguro que hemos hecho en el pasado, para reinventar el presente y el futuro: chanclas que nos pueden servir para ir a un spa!

Pues esta tontería en muchos casos, en el camino de la vida, nos la aplicamos! Que absurdo, ¿verdad? En muchas sesiones de coaching, en las que los clientes se encuentran en búsqueda de empleo y quieren trabajar este tema, pregunto: ¿cuál es el trabajo o el ámbito que estás buscando? Es una pregunta cuya respuesta invita al futuro y muchos alimentan la respuesta en el pasado. El caso típico de respuesta es: como tengo experiencia de esto y he estudiado esto otro tengo que buscar trabajo de lo otro. En lugar de responder en clave de futuro: quiero trabajar de esto (lo que me gusta, lo que me conecta, lo que me motiva, lo que me hace ser auténtico)! Y a partir de ahí planificar cómo llenar la mochila por lo que quiero. En muchas ocasiones, en la primera respuesta, decidimos nuestro futuro en base a lo que tenemos en la mochila, en lugar de pensar en quitar y poner lo que puedes necesitar en la nueva aventura de la vida.

No nos condenemos por lo que llevamos en la mochila. Decidamos dónde queremos ir y elijamos lo que queda fuera y dentro: qué nos sobra y qué necesitamos para alcanzar los retos que queremos alcanzar durante nuestro viaje de la vida. Cambiemos el “tengo que” por el “quiero”: nosotros decidimos, no nuestra mochila.

Un artículo de Jordi Esqué,
coach y formador,
responsable del área de jóvenes de El despertador.

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