Desde hace unos años tenemos por tradición irnos a la Cerdaña la semana del puente de agosto.
El día 15 se celebra una carrera benéfica de 10 km en Puigcerdà. Toda la pandilla la había hecho menos yo. Aún recuerdo la sensación que tuve el año pasado de fracasada total. Decidí que este año la haría. Eso sí, entrenando duro.
Lo tenía todo organizado: tres entrenamientos por semana, la clase de zumba de los jueves, la clase de GAC y zumba los viernes, comería saludable evitando las grasas, azúcares y procesados. De este modo perdería los 5 kg que quería adelgazar desde hace dos años y correría guay la carrera.
La realidad fue otra. Llegó el mes de junio, el mes de julio, principios de agosto… y ninguna de las promesas la llevé a cabo. Bueno, mentira, corrí un día 5 km y la semana de antes de irme a la Cerdaña no comí ningún dulce. Pero quedaba muy lejos de lo que me había propuesto. Y de nuevo la palabra fracasada…
Era lunes 13 y mi pareja hacía cola para inscribirse en la carrera. Yo, a su lado, poniendo excusas para no hacerla, hasta que me dijo: ‘Txell, fuiste tú la única que te comprometiste a hacerla, yo no te lo he dicho nunca’. Y eso me hizo pensar que tenía un compromiso conmigo misma y que no lo estaba respetando, no me estaba respetando.
Me apunté. Decidí que la haría. La haría de una manera ecológica. Así de primeras no veía muy ecológico empezar por 10 km… pero sí podía ser ecológico pensar que, si en algún momento de la carrera no me estaba compensando el esfuerzo, abandonaría sin sentirme perdedora, que quedar en última posición no era un problema, que pedirle a Andreu que me viniera a buscar cuando él acabara para hacer los últimos kilómetros juntos no era de pánfila.
El día de la carrera
Miércoles 9:30 de la mañana. Empiezo la carrera con mis auriculares y mi lista de Spotify “Baile en línea” (lista pensada para dar clases de baile en un futuro próximo) y, hala, a correr tranquilamente. Iba viendo cómo me pasaba todo el mundo y yo, en cambio, sólo me fijaba en si combinaban bien los shorts con la camiseta. No me importaba nada más.
Nunca había disfrutado tanto de correr. No podía parar de sonreír, de disfrutar del paisaje, de celebrar cada km recorrido y dar las gracias a aquellos que me animaban. Fue un regalo.
El miércoles me emocioné de verdad porque he tenido la suerte de encontrarme por el camino a una persona que me ha enseñado a ser ecológica. A disfrutar, a bajar el nivel de exigencia conmigo misma, a disfrutar de cualquier cosa, a respetarme y escuchar mis deseos…
Muchas gracias por quererme acompañar todos estos meses.
Txell
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