En este periodo de confinamiento en el que nos encontramos nos cuesta mucho afrontar las novedades que comporta el tiempo de aislamiento, así como organizarnos y planificarnos. En ocasiones tenemos el impulso de hacer un montón de cosas, y en cambio acabamos por no hacer nada o quedarnos a medias. Lo que más nos cuesta es definir lo que queremos hacer y pasar a la acción. Son tantos los estímulos que nos rodean que nos paralizamos y nos quedamos en la inacción. Probablemente estas situaciones también las vivíamos, con menor intensidad, en la época pre-confinamiento. Y probablemente cuando todo esto termine, quizás, también.
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Queremos tomar decisiones y se nos hace una montaña, no sabemos por dónde empezar, cómo continuar, tenemos miedos, bloqueos, en ocasiones empezamos a tope y luego ya no nos acompaña aquella motivación inicial.
Definición de objetivos
Lo que nos iría muy bien hacer previamente para no perdernos, es concretar y definir bien estos objetivos, de manera que tengan las siguientes características:
- Claros: deben ser muy concretos, sin entrar en ambigüedades u otras interpretaciones.
- Medibles: para no entrar en imprecisiones, concretamos un tiempo o cantidad determinada. Es mejor no entrar en interpretaciones como: mucho, algo, un rato…
- Realizables: identificamos y concretamos lo que tiene que pasar para considerar que hemos realizado el objetivo.
- Principio de realidad: previamente es imprescindible -más allá de las buenas intenciones-, calibrar y valorar si es posible conseguir aquel objetivo. Tengo la preparación, los recursos y el tiempo para conseguirlo?
Motivación
Para acabar de ajustar los objetivos, debemos tener cuidado de no confundir la visión con el objetivo. La visión recoge una intención que puede ayudar a motivar este objetivo. Por ejemplo, la visión puede ser tener una vida más saludable y el objetivo hacer ejercicio durante 20 minutos cada día a las 8 de la mañana.
Otro aspecto a tener en cuenta es asegurarnos de que estos objetivos, para que nos motiven y los podamos realizar, sean nuestros, propios y genuinos. Stephen Covey en su libro “Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva” habla de “si la escalera no está apoyada contra la pared correcta, cada paso que damos nos lleva al lugar equivocado más rápido”. Si nos proponemos objetivos para satisfacer al amigo/a, a la pareja, a tu jefe/a, a los hijos e hijas, etc., al no ser propios la motivación para llevarlos a cabo se verá mermada. Como dice Covey nuestra escalera no estará apoyada en nuestra pared y podemos caer.
Además, debemos tener compromiso y respeto sobre los retos. Cuando estos nos motivan generan inercias y hábitos que nos impulsan a quererlos alcanzar y, en consecuencia, esa motivación nos sirve como motor para pasar a la acción. Si no creemos en el propio objetivo, y este viene de fuera, es cuando procrastinamos. En cambio, cuando somos fieles a nosotros mismos y mismas nos escuchamos y atendemos a la motivación interna.
Área de poder
En algunas ocasiones, cuando establecemos objetivos lo primero que hacemos es hacer una lista de todas las dificultades que nos podemos encontrar por el camino y ponemos el foco en las barreras, provocando una inacción que nos inmoviliza.
Para evitar que nos paralicemos es importante que nos focalizamos en nuestra área de poder y diferenciemos lo que depende de nosotros/as y lo que no depende de nosotros/as. Dentro de la zona de control están aquellas cosas que dependen exclusivamente de mí, todo lo que puedo controlar en exclusividad. Dentro del área de la influencia también se encuentran aquellas cosas que dependen exclusivamente de mí y que tienen influencia sobre terceras personas, por lo que la decisión y acción final es responsabilidad de otra persona. Y en la zona de no control se encuentran todas aquellas que ni controlo ni dependen de mí.
En muchas ocasiones ponemos el foco y las energías en aquellas cosas que no controlamos y no nos permiten avanzar en el logro de nuestros objetivos. La clave es, por tanto, poner el foco y las energías en lo que sí controlamos. O bien, transformar aquellas cosas que no controlamos en cosas que sí podemos controlar.
Micro-objetivos
Imaginemos que vamos a hacer el “Camino de Santiago” y antes de empezar, o al inicio del camino, sólo ponemos el foco y la mirada en llegar a Santiago cuando tenemos todavía un montón de kilómetros por delante. Al ver que nos queda un larguísimo recorrido puede que nos desmotivemos, que queramos abandonar, que nos preocupemos por diferentes aspectos que nos podemos encontrar a lo largo del camino. Para ir paso a paso es vital que vayamos focalizando y vertiendo la energía en los próximos pasos, vamos percibiendo lo que necesitamos para llegar al siguiente punto de avituallamiento y, a partir de ahí, pensar en el siguiente paso, y así sucesivamente. Es importante construir nuestros objetivos a partir de micro-objetivos.
Para hacerlos más tangible a la hora de planificar estos micro-objetivos tendré en cuenta:
- El tiempo: determinar cuándo realizaré este micro-objetivo y qué duración tendrá.
- El tamaño: estamos hablando de micro-objetivos (no de objetivos), por tanto la medida que tenga y lo exigente que sea importa y mucho para avanzar. Cuanto más pequeño sea más asequible y fácil de conseguir. Nos concentramos por tanto en lograr cada pequeño paso.
- Los recursos: identificar y conseguir lo que necessito para poder llevar a cabo el micro-objectivo.
- Los y las socias: recurrir a aquella persona que me puede ayudar o bien que sea imprescindible para lograr este micro-objetivo.
El hecho de planificar a partir de micro-objetivos nos permite:
- Ir validando cada paso que realizamos.
- Reformular el recorrido hacia el objetivo según como van evolucionando los micro-objetivos.
- El hecho de lograr estos pequeños éxitos hace que incremente nuestra motivación de cara a seguir adelante.
- Al determinar micro-objectivos evitamos caer en el procrastinar.
- Celebrar al conseguir cada logro para fortalecer nuestro propósito y aumentar nuestra motivación.
Ruido
Forma parte de la condición humana ser permeable a todo lo que sentimos de nuestro entorno y, en muchas ocasiones, esto se transforma en ruido que no nos ayuda a avanzar hacia nuestros objetivos.
Por un lado, especialmente estos días, escuchamos mucho ruido en negativo: Qué mal todo! Estaremos hasta el otoño confinadxs! No tenemos suficientes ayudas! Y muchos otros. Y por otra parte, también escuchamos ruido en positivo y muy edulcorado: Todo irá bien! Esto nos cambiará la vida! Todo esto es una gran oportunidad! Y muchas otras también. A partir de aquí, para no perdernos en frases y eslóganes (tanto positivos como negativos), podemos transformar este ruido en objetivos y, consecuentemente, en micro-objetivos si tomamos las riendas de nuestro liderazgo. Ante: Todo irá bien! nos ayudará preguntarnos: ¿qué debo hacer para que vaya bien? ¿Qué tiene que pasar para que vaya bien? Qué micro-objetivos nos pueden permitir acercarnos a que sea real?
Recapitulando
Hemos compartido diversos conceptos, pero vamos a concretar algunos aspectos relevantes:
- Definir qué objetivo quiero llevar a cabo.
- Determinar si lo puedo realizar.
- Concretar qué micro-objetivos me acercan a este objetivo.
- Valorar si tengo recursos para llevarlo a cabo y qué recursos me pueden servir.
Para acabar, no olvidemos que estamos intentando cambiar una inercia, como hemos comentado al inicio. Para conseguirlo nos ayudará:
- Rebelarnos: identificar que es lo que queremos cambiar.
- Desidentificarnos: dejar de lo que creemos que somos y pasar a la acción para transformarlo.
- Convicción: revisar interiormente porque somos capaces de hacerlo.
- Motivación: conectar con la llama que alimenta la voluntad y la fuerza para lograr este objetivo.
- Un plan de acción: qué micro-objetivos nos permitirán hacerlo.
Recuerda, si haces cosas, pasan cosas! En qué tienes ganas de pasar a la acción?
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Un artículo de Jordi Esqué Forés,
coach, orientador laboral
y formador
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