Nos lo encontramos en la radio, en la tele, en el diario… En el trabajo, en la escuela, en los encuentros… En las comidas, en los cafés… Nos guste o no el fútbol, sintamos o no los colores, sepamos de qué trata o no el juego, quien más quien menos sabe perfectamente quiénes son y qué representan Cristiano Ronaldo y Leo Messi.
Diferentes etiquetas / estereotipos configuran la dimensión mediática de cada marca. Por una parte el atleta, la voracidad, la ambición ilimitada, el ego en todo su esplendor. Por otro, el talento natural, la visión, vencer las dificultades físicas, la genialidad.
En carrera desde hace años: por el Balón de Oro, por la Bota de Oro, por el mejor gol, por el récord inaudito, la marca continua… El debate está servido: ¿quién es el mejor?
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En este escrito no nos proponemos dar respuesta a la disyuntiva, hay para todos los gustos, sino más bien responder al sentido de este tipo de preguntas. Entendiendo que, como figuras mediáticas, acaban convirtiéndose en referentes o modelos de nuestro sistema, y con ellos no sólo sus figuras, sino la vertiente comercial-económica de la pregunta cuando se interrelacionan dos marcas y los réditos que saca quien la formula. Nos proponemos reflexionar sobre cómo impactan este tipo de elecciones / propuestas en otro tipo de mercado: en el de los valores y las creencias que determinan el crecimiento humano y social de una sociedad cada vez más limitada en su desarrollo. Cómo este espejo puede estar condicionando negativamente en el futuro de las nuevas generaciones.
“El fracaso y / o el éxito son efímeros, volátiles, relativos y caprichosos porque no son interiorizados,
participan constantemente de satisfacer siempre la mirada de otro.
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Es evidente que en cualquier ámbito profesional tener una némesis con quien competir puede favorecer muchas cosas positivas: el afán de superación, el deseo permanente de crecer y dar el máximo rendimiento, la constante presencia que hace que no te duermas y te lo creas demasiado, la posibilidad de ver y aprender otras maneras de lograr resultados. Todo esto puede ser posible sólo si se vive desde una vertiente de querer aprender.
El problema es cuando aparece la otra mirada que comentábamos. La competencia se transforma en rivalidad y la comparación es constante: la voluntad se transforma en necesidad, el deseo en obligación, el afán en obsesión y el camino es de una tensión tan angustiosa que lo vives como si no ser el mejor fuera un problema, sin valorar ni celebrar los éxitos logrados, los réditos obtenidos, los esfuerzos realizados y la trayectoria elaborada. El fracaso y/o el éxito son efímeros, volátiles, relativos y caprichosos porque no son interiorizados, participan constantemente de satisfacer siempre la mirada de otro. No se miden en relación al aprendizaje y los beneficios obtenidos sino a qué hace tu rival. Una espiral agotadora y poco consciente que despedaza toda la riqueza de la diferencia.
Diferencia que también encontramos en la mirada porque, conscientes de que no hay una realidad objetiva, ¿quién marca eso de ser el mejor? Mejor en relación a quién o qué? Al más goleador? Más solidario? Más estético? Más comprometido? Me parece absurdo querer uniformizar una respuesta objetiva cuando valorar siempre es un acto subjetivo condicionado por necesidades, gustos y matices personales. En función de todo ello podemos encontrar muchísimas respuestas posibles.
La especificidad única de nuestro producto es susceptible de disolverse cuando la capacidad de mejorar y crecer se ve limitada por la obsesión de tener que ser el mejor y si no lo es queda condenado al fracaso pueril de la mediocridad. Es evidente que es muy limitado el estadio de ser el mejor y en cambio son muchos los estadios para mejorar nuestro producto y las posibilidades para hacerlo. Si hacemos un zoom out y abrimos la perspectiva: la riqueza social, económica, cultural, competencial y humana se amplía hacia exponentes insospechados si apreciamos el valor añadido de las diferentes alternativas.
Pregunto yo, ¿qué pasaría si cambiáramos la pregunta inicial y pudiéramos elegir: con qué nos quedamos de Cristiano y de Messi? ¿Y de Iniesta, Van Basten, Puyol, Maldini, Buffon?… ¿Crees que, por ejemplo, tal vez así los/las adolescentes podrían sentir que pueden tener más encaje y oportunidades en el mundo laboral?
I a ti… ¿Qué te aportan los miembros de tu equipo de trabajo? ¿Y tu competencia?
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Un artículo de Jordi Muñoz,
coach y recreador personal,
fundador y co-director de El despertador
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