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Una de las competencias que quizás no sale en el “top ten” de los rankings competenciales pero que para mí es la más importante de todas -porque es la que permite realmente la presencia y desarrollo de las otras-, es la capacidad de aprendizaje. O dicho de forma técnica: aprender a aprender.
Cada vez somos más conscientes de las muchas creencias que nos limitan con las que hemos crecido en nuestro contexto social y cultural. Creencias que nos han llevado hasta aquí y, a su manera, nos han ayudado a sostenernos en muchos momentos, creándonos nuestro lugar en el mundo, donde ser reconocidos o aceptados. Y ninguna funciona mejor que la imagen superpoderosa de alguien que siempre sabe cómo actuar, que es capaz en todo, invulnerable y fuerte.
Ha llegado el momento, sin embargo, de dar las gracias y de despedirnos de alguna de ellas, porque no nos permiten crecer. Hoy quiero invitarte a decir adiós a una en concreto.
La presión de la perfección
Anhelamos la perfección en términos competenciales (en el hacer), pero también en los emocionales (en el ser) y en los físicos (en el estar). Aunque incluso los superhéroes más perfectos tienen debilidades e imperfecciones.
Pero cómo puedo aprender con la presión de tener que ser perfecto? Cómo puedo aprender sin el permiso para equivocarme? Sin tiempo para el proceso, para vivir la pregunta, sentir y expresarme?
Si tengo que ser no puedo escuchar qué quiero ni cómo lo quiero y puedo recorrer. ¿Cómo puedo dar el primer paso si me estoy exigiendo estar en el último? ¿Soy una persona o una imagen? Con quién quiero convivir y crecer: con la versión que soy o con la que representa que tengo que ser?
Somos seres perfectamente imperfectos, nos pasan cosas continuamente y queremos cosas diferentes. Aceptarnos a nosotros y nuestras circunstancias es la única manera de romper la rigidez y ponernos en movimiento. Entendiendo que las recetas o las imágenes sólo funcionan como punto de partida, porque cada uno es una versión única e incomparable que merece respeto para poder descubrirse y expresarse.
Cómo hemos aprendido a caminar?
Y a hablar, nadar, escribir, conducir, esquiar, un idioma, criar a nuestros hijos…?
Cómo hemos hecho todos estos milagros? Si nos detenemos y prestamos atención a acciones que forman parte de nuestro día a día y que hemos naturalizado como algo que llevamos de serie y que hacemos casi sin pensar, nos daremos cuenta del complejo proceso de aprendizaje que hemos tenido que recorrer para incorporarlas. Imposibles de hacer de un día para otro perfectamente y sin equivocarnos. Basta con un manual de instrucciones? ¿Qué nos ha permitido sostenernos cuando “caíamos” y no conseguíamos el resultado deseado?
“La única manera de aprender es fallando”
Johan Cruyff
Qué aburrimiento!
Imagínate por un momento que te levantas y eres perfecto. ¿Qué harías? Lavarte? Desayunar? Hacer el amor? Leer el periódico? ¿Por qué? Si eres perfecto no necesitas nada de eso…
Muchas veces la redefinición pasa por valorar esta constante inquietud y hambre por crecer y vivir más. La música de fondo con la que acompañamos esta sed de hacer cosas es la que hace que el camino sea abundante y divertido o carente y lleno de tensiones.
Abrazando el interrogante
Son muchísimas las personas que acompañamos en procesos de cambio. Muchísimas las personas y los equipos que ven como un problema el hecho de tener demasiadas inquietudes, no tener una respuesta inmediata para cada cosa, o reacciones tan humanas como llorar o temblar.
Sostener el no saber tiene un componente inevitable de miedo porque nos adentramos en territorios desconocidos para poder crecer. ¿Qué tal si en lugar de esperar no tener miedo para podernos lanzar en lo que anhelamos, respiramos y damos la bienvenida al “no saber” con una sonrisa porque nos avisa de que somos exploradores y que estamos abriendo nuevas puertas?
Desaprender para aprendernos
Qué queremos: ser perfectos o vivir mejor? Disfrutamos de la música mientras nos exigimos ser perfectos?
¿Qué queremos: hacerlo bien o hacerlo mejor? Realmente podemos mejorar cuando no nos damos el permiso de practicar o entrenar para afrontar nuestros retos?
Volviendo a nuestros supermodelos: realmente cuál es el momento más interesante del trayecto del superhéroe? Seguramente lo que más nos llama la atención es cómo aprende a convivir con sus superpoderes y los vehicula en una causa, pero sobre todo como es capaz de sortear, vencer y crecer ante las dificultades, desarrollando nuevas capacidades que no le venían dadas de serie. En su capacidad de aprendizaje se esconde la clave del éxito de sus propósitos.
En cada momento tenemos la oportunidad de escoger qué queremos poner en “off” y qué en “on”. Qué recogemos cuando funcionamos con el canal de la exigencia y qué atesoramos cuando lo hacemos desde el aprendizaje?
“El único obstáculo entre la grandeza y yo, soy yo”
Woody Allen
Somos camino
Desde pequeño he sido un apasionado del hecho de viajar. Y más allá de la riqueza inmensa de la novedad de conocer lugares, culturas y paisajes, creo que lo que más me ha atrapado es la experiencia en sí de estar proyectado en el camino.
Cuando viajas tienes el permiso de descubrir: de no dominar un idioma, de perderte y no entender dónde estás, de averiguar las trayectorias, de escuchar posibilidades y elegir sin angustiarte, de probar nuevos sabores, de vivir y dejarte sentir qué ruta quieres hacer. Incluso en el trayecto de ese viaje, conoces gente nueva, tienes la posibilidad de volver a ser, de oxigenarte de creencias y definiciones y reinventarte.
Por tanto, nos enamoramos realmente de los lugares o de las sensaciones que tenemos mientras aceptamos aquella versión de nosotros? De qué desconectamos y con qué conectamos? Abrimos un paréntesis donde nos liberamos de la exigencia de tener que ser para dar la bienvenida a la apertura y la receptividad con nosotros y con el entorno. Nos regalamos la oportunidad durante un tiempo de volver a nuestra esencia, de aprendernos en un nuevo contexto.
La sabiduría: el permiso de ser aprendices
Al fin y al cabo seguramente la vida es eso, un viaje, con un inicio y un final. El sentido del viaje, por mucho que nos empeñemos en dar fuerza a los trayectos que recorremos (a los diferentes retos y objetivos), en definitiva está en lo que descubrimos en nosotros, en la vida que hemos hecho crecer.
Ahora y aquí, quiero invitarte a viajar. A comprar unos billetes y emprender el vuelo por una comarca llena de colores donde se cultiva: el respirar, el permiso de la humildad, la creatividad para inventar nuevas posibilidades a medida, la autenticidad de ser uno mismo. La región inmensa del aprendizaje.
Porque viajar es la decisión que tomas cuando eliges unas fechas y haces una reserva. Es la actitud con la que miras con ojos nuevos las cosas, con la que te permites no saber y empaparte de ti. La predisposición de disfrutar del trayecto, lo que está por llegar…
‘Tus sueños… te están esperando!’
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Un artículo de Jordi Muñoz,
coach y recreador personal,
fundador y co-director de El despertador.
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Categories: castellano
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