Ya son unos cuantos días los que llevamos en esta situación. ¿Qué ha cambiado? ¿Qué ha propiciado, para bien o para mal?
Quizás has pasado de verte todo el día con gente fuera de casa a estar sin ver a nadie, en soledad. Quizás estás con toda la familia todo el día, en la multitud, sin tener espacios para ti, ni para los demás. Quizás estás confinado o confinada con personas conocidas, sin más. Quizás…
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Nos encontramos en un contexto que no hemos elegido, no esperábamos esta situación. Este hecho no lo podemos cambiar, no depende de nosotrxs… pero sí podemos elegir cómo queremos vivir lo que nos ocurre durante esta excepcional realidad. Si la aceptamos y la vivimos como oportunidad, cambio, aprendizaje es más fácil tener ganas de experienciarla. Una de las opciones que se nos brinda es reforzar los vínculos de la convivencia.
Históricamente no hemos vivido nada parecido, por tanto, nos damos permiso para aprender todxs a convivir de la manera en la que estamos. Seamos niños, adolescentes, jóvenes y adultos/as.
El Clima que generamos
El Clima que existe en nuestro domicilio está formado por los intangibles que emitimos y recibimos las personas que estamos en este mismo espacio.
Cuántas veces os ha pasado que, no sabéis muy bien por qué, pero nos sentimos muy contentos/as. Es lo que se denomina contagio positivo. En cambio, en otras ocasiones, sin saber bien cómo ha sucedido, estamos todxs con mal rollo. En este caso estaríamos hablando de contaminación. No hace falta que os diga que cuando hay contaminación, cualquier cosa es un drama. En cambio, cuando existe el buen rollo, parece que todo fluye.
Hablar, expresar lo que está pasando, nos aligera y nos hace más accesibles para nosotrxs y para las demás personas. No hace falta que tengamos conversaciones largas, o sí, depende, pero va a ser importante saber cómo estamos emocionalmente. Si somos consciente de las emociones que nos habitan, estaremos dando un primer paso para facilitar el buen ambiente en la unidad de confinamiento.
Una técnica que puede servirnos es utilizar la metáfora del tiempo. Imaginaos que sois meteorólogxs (hombres y mujeres del tiempo) y os preguntáis: ¿Qué tiempo estáis viviendo hoy? ¿Os sentís soleados/as, con nubes, se aproxima lluvia, o se avecina tormenta?
Sea cual sea nuestro ‘estado meteorológico’ tenemos la suerte de que, en nuestro caso, sí que contamos con poder para hacer que el tiempo evolucione: las nubes avancen, las temperaturas asciendan, deje de llover, se abra el cielo, etc. Esto está en nuestra mano, aunque no sea sencillo. La naturaleza, necesita a la lluvia, al sol, al viento… Nosotros necesitamos de las emociones para que nos aporte información de cómo estoy y ver qué puedo hacer para transitarla.
Acoger con respeto y cariño los estados de ánimo, los nuestros y los de los demás nos ayudará a estar mejor y favorecer la convivencia.
Además del clima
Algunas claves que nos ayuden a tener un buen clima:
- Nuestro día a día está lleno de obligaciones estemos en confinamiento o no. Si las vamos a tener que hacer al menos que sean, en la medida posible, divertidas: por ejemplo, si las podemos hacer con música quizás me resulte más dinámico. Si cambio el orden para ponerlo fácil también es una buena opción.
- La creatividad y el sentido del humor va a ser crucial para el buen funcionamiento.
- La implicación de todxs, además, nos puede ayudar a co-crear actividades y rutinas, cosa que hará que nos sintamos con mayor motivación.
- Será necesario establecer unas normas básicas, fijar un horario, de manera que nos dé seguridad entre tanta incertidumbre.
- Planificar y organizar la semana nos permite diferenciar el ‘entre semana’ y el ‘fin de semana’.
- Si cumplimos objetivos nos da sensación de sentirnos activos/as, realizados/as, con energía. Dentro de esa planificación puede resultar interesante plantear tareas individuales y compartidas: ocio compartido o bien momentos para mí (de ejercicio, dibujo, cantar, bailar, leer, descansar…)
- Reforzar el vinculo a través de propuestas sencillas como hacer la comida todos juntos, cambiar los muebles, o los libros del salón… u otras actividades planificadas o improvisadas para realizar juntos crea conexión.
- Llegar a acuerdos será clave para funcionar mejor en el espacio de convivencia. Para ello, la flexibilidad y la adaptación han de estar muy presentes.
- Dentro del confinamiento también hay cambios y pasan cosas que modifican los planes: adaptar funciones y responsabilidades forma parte del reto. Relativizar.
- Favorecer una comunicación asertiva, un canal afectivo y efectivo. Expresar lo que sentimos, con un lenguaje cuidadoso, respetando y comprendiendo a la otra persona. Si consigo ser asertivo/a, todo un reto para algunos/as de nosotros/as, nos sentiremos mejor a nivel personal, generaremos una comunicación fluida y nuestras relaciones serán más amables y reduciremos los conflictos.
Relaciones fuera y dentro
Las relaciones que tenemos fuera del espacio de confinamiento son igualmente importantes y las tenemos que tener en cuenta, puesto que también necesitan de cuidado y atención para mantenerlas. La relación con estos contactos nos aporta otras perspectivas, nos ayudará a cambiar de aires, nos dan vitaminas y nos permite mantener los vínculos más allá del espacio en el que estamos.
Es verdad que existen casos en los que podemos estar compartiendo un espacio de confinamiento con personas que no son las más cercanas a nosotros y nosotras…, pienso en personas que comparten apartamentos, pisos o casas pero que no necesariamente tienen un vínculo o una afinidad personal relevante. También pienso en personas que viven el confinamiento en soledad, en residencias alejadas de la familia y amistades de siempre, o personas que están viviendo una cuarentena fuera de su vivienda habitual y no han podido regresar a casa. En estos casos será especialmente necesario mantener vivas las relaciones que nos aporten estima, tranquilidad, alegría, realismo, etc., y que, al fin y al cabo, nos hagan sentir acompañadas y acompañados y apreciados/as.
Distancia y espacios adecuados. El cuento de los erizos
Me gustaría compartiros un cuento que, de forma gráfica, nos permite poner atención en la necesidad que todas las personas tenemos de mantener distancias y espacios propios.
“Durante la era glaciar, muchos animales morían por causa del frío.
Los erizos, percibiendo esta situación, acordaron vivir en grupos; así se daban abrigo y se protegían mutuamente. Pero las espinas de cada uno herían a los vecinos más próximos, justamente a aquellos que les brindaban calor. Y por eso, se volvían a separar unos de otros.
Pero volvieron a sentir frío, así sucesivamente, hasta que tomaron una decisión: tomar la distancia adecuada, aquella que les permite darse calor, sin pincharse, aceptando las espinas de sus compañeros. Con sabiduría, decidieron volver a vivir juntos.
Aprendieron así a vivir con las pequeñas heridas que una relación muy cercana les podía ocasionar, porque lo realmente importante era el calor del otro. Y así sobrevivieron”.
Es importante buscar la distancia adecuada, esto nos permitirá el equilibrio. Para buscar y encontrar la distancia adecuada, es cuestión de ensayo – error, buscando con quien y para qué.
Convivir quiere decir vivir con, tenemos el reto de que sea favorable. ¿Te apuntas?
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Un artículo de Maricel Ruiz,
psicóloga especializada
en ecología emocional
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