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La esclavitud de la notificación (o cómo desconectar en un mundo de inputs para poder conectar con un mundo de silencio)

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Me declaro colapsado. Seguramente puede que sea por la explosión de las redes sociales, de la cantidad de canales y modalidades de comunicación y relación… En y para el trabajo, en y para el ocio, en y para la familia. Quizás puede que sea por la sobreinformación, la sobreestimulación, los inputs permanentes que hacen que vivamos hacia afuera, bombardead@s por estímulos y ofertas fugaces y constantes.

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El caso es que siento que un estado llamado “disponible” se está apoderando de quienes somos. Un estado de inmediatez permanente e inmanente que ha conquistado nuestros territorios sometiéndonos a un estrés para atender y resolver y contestar. Un estrés también presente incluso cuando nos entregamos a la distracción, el ocio y el entretenimiento con adicción.

La esclavitud del “doblecheck” que mandas o te llega, de la bandeja de entrada, de tus notificaciones, de las últimas novedades y modas. De la oferta de turno. Del paquete que está por llegar. Del número de atención al cliente en el que una máquina te desatiende. Del nuevo regalo a distancia que quieres hacer. De los foros, de los grupos. De la App con la que te relacionas. De tu canal o canales de noticias rutinarios. De tus portales de series…

Infinitas posibilidades. Infinitos estímulos con los que danzamos cada día. Y no te das cuenta y no tienes ni tiempo para trabajar, para hacer lo que querías o tenías previsto, para tus actividades, o simplemente para descansar.


“Nos hemos esclavizado a nosotrxs mism@s en esta necesidad de la inmediatez,
de la respuesta, del no respirar para sólo atender”


Será por la inestabilidad de este mundo cada vez más líquido, por no decir frío, (¿será porque el líquido se está congelando?). Será por el emprender, por las nuevas formas de trabajo y teletrabajo, por las nuevas formas de consumo y entretenimiento, por los timings y tiempos y compromisos, por el internet, por las telefonías móviles, por las oficinas virtuales, por las relaciones a distancia y diferidas, referidas y aumentadas.

Tu tiempo ya no te pertenece, tu perteneces al tiempo que te posee. Me viene a la cabeza Cortázar y su Preámbulo a las Instrucciones para dar cuerda al reloj. Pero creo que incluso hemos superado esa esclavitud del tiempo. Ahora ya no necesitas reloj, ni hace falta que le eches la culpa, porque te has convertido en el tic-tac. En el tic de un nuevo pulso, una nueva demanda, un nuevo estímulo, una nueva pantalla que abres y te condiciona, en el tac de una nueva respuesta.

Ahora todo está fundido contigo. La oficina, el entretenimiento, las relaciones, las preocupaciones, todo… Viaja contigo. Eres tan accesible y es tan fácil. En tu bolsillo cabe todo, en tu mente, en el desbloqueo de la pantalla que sigue bloqueándote el acceso a ti. A lo que realmente quieres y necesitas. Y como es inmanente, da igual donde estés o el espacio en que habites (urbano o natural, da igual). Te encontrará hasta que no seas consciente y rompas el círculo.

Nos hemos esclavizado a nosotrxs mism@s en esta necesidad de la inmediatez, de la respuesta, del no respirar para sólo atender. Vivimos, como leía el otro día en una muy interesante entrevista a la periodista Marta Peirano, en la ‘Economía de la atención’.

Disponible para que dispongan de ti, de tu tiempo. En la soledad sin estar sol@ realmente. Ni tampoco conectar realmente con la soledad. Conectad@ todo el día, permanentemente disponible, conectando me desconecto de mí. Y también de ti.

Lejos, cada día más lejos, el silencio. Lejos de ti, cada día más lejos, ese tomar aire. Lejos de ti, cada día más lejos, el bienestar.


“El tedio nos permite respirar y, como consecuencia,
cuestionar, explorar y finalmente crear”


En el pequeño ensayo reflexivo La sociedad del cansancio, Byung-Chul Han habla de la hiperbolización del multitasking en nuestro afán de productividad (“homo productivus” podríamos llamar a nuestra especie) que nos acaba explotando. Desde la constante sobreestimulación y la permanente ocupación es casi imposible rendir, porque difícilmente nos podemos concentrar, nos alejamos y dispersamos continuamente.

Byung-Chul Han reivindica la importancia del “aburrimiento profundo” como camino al relax espiritual, para desde este otro estado relajado, respirar, cultivarnos, reflexionar y poder generar algo nuevo. Seguramente, si nos paramos a pensar, la mayoría de nuestras ideas más luminosas y creativas han acontecido en estos momentos más tediosos. El tedio nos permite respirar y, como consecuencia, cuestionar, explorar y finalmente crear.

Pero el deber del hacer que nos aleja del ser está tan presente en nuestra forma habitual de relacionarnos que, aún sin prácticamente movernos, difícilmente nos dejamos un espacio para escucharnos y conectarnos de verdad con nuestra esencia. Un paréntesis para recuperar nuestro tempo y tiempo para vivir y ser. Sin tener que dar más respuestas ni excusas.

Así que te invito a respirar conmigo. A disfrutar por unos minutos de no hacer nada para hacer lo más importante. A desafiar el primer mandamiento de la productividad para simplemente ser, aburrirte por unos instantes de ser, sin tener que planear nada, sin pensar en el después. Detener la mente por un instante. Respirando. Tomando aire. Poniendo atención en cómo circula el aire por tu organismo. Cómo te regenera y te da lo que necesitas. Y, mientras se oxigena tu cuerpo, con cada bocanada vas recuperando presencia. ¿Escuchas esto? ¿Lo sientes? Este silencio eres tú. Este silencio soy yo. No necesitamos nada más. Estamos viv@s.

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Un artículo de Jordi Muñoz,
coach, recreador personal y musicoterapeuta,
fundador y co-director de El despertador

Disfruta de esta playlist dedicada al SILENCIO


Bibliografía relacionada:

  • La sociedad del cansancio, de Byung-Chul
  • Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda a un reloj, de Julio Cortázar

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